Escuchamos mucho hace unas temporadas lo importante que iba a ser gestionar la miseria "post chorizos" en el Racing, llegaron los ex jugadores encabezados por Higuera, la pantomima de la oportunidad RRC en forma de ampliación de capital, y después llegaron los supuestos salvadores de la patria racinguista, Grupo PITMA.
En todas esas aventuras la clave siempre era la misma, sentar las bases de un proyecto de futuro. A proyecto por temporada prácticamente hemos visto que el club lejos de ir por los derroteros de la decencia y el trabajo serio, ha ido precarizando su imagen hasta el punto de convertirse en un equipo de fútbol vulgar de la segunda división B. Un equipo inferior a equipos de localidades pequeñas que en otra época nos hubiese parecido imposible que fueran a plantearnos grandes dificultades para ganarlos.
Lejos de ver como en estos años han llegado jugadores canteranos a la primera plantilla que se hayan asentado en la peor década de la historia del club, se han ido sacando todos los que tenían cierto nivel por la puerta de atrás, mientras se seguía fichando sin embargo decenas de jugadores de muy dudosa calidad cada temporada, como si la miseria se gestionase a golpe de cheques en blanco para el primer charlatán del fútbol que apareciera por cuatro caminos.
El Racing vive el momento mas vergonzante de su historia. Y no, no es solo culpa de los prestamistas que tienen el control accionaríal del club, aunque sí la principal. El racinguismo organizado que puso patas arriba Cantabria hace no muchos años para salvar al club de la degeneración mas absoluta, ha fallado. Entregó las armas demasiado pronto, conformándose con una victoria sobre la bocina que solo provocó una nueva vuelta de tuerca más en el control del club verdiblanco. Aquello generó una falsa sensación de tranquilidad que se llevó por delante mucho del sentido crítico que fue tan importante en el racinguismo en aquella época.
La miseria no solo se puede gestionar, sino que encima se puede gestionar bien, pero desgraciadamente el Racing parece dirigido por el enemigo desde hace una década y todas las apuestas que salieron medio bien acaban evaporándose de manera misteriosa.
Recuerdo la temporada de Viadero en la que nos quedamos a la puerta del ascenso a segunda división y como se metió a un pre jubilado en el verano siguiente para deshacer lo construido hasta ese momento y volver a traer un montón de jugadores que en nada mejoraron al equipo. No fue lógico no dejar seguir el mismo modus operandi que el año anterior, donde no se ascendió pero el equipo estuvo en el camino correcto, pero claro, así no hubiese llegado el amigo del de turno, y eso es lo que se lleva en este club desde hace bastante.
También me viene a la memoria el medio año con Iván Ania de entrenador que el Racing fue tan bueno que con dejarse llevar y con palos en las ruedas en forma de refuerzos innecesarios en invierno acabó ascendiendo. También este proyecto se pudrió bajo la batuta en el área técnica de un charlatán bastante bravucón como Chuti Molina. Le dieron todo el poder, lo cual aprovechó para hacer y deshacer montando el peor Racing de la historia en segunda división, mientras los dueños miraban hacía otro lado de forma incomprensible.
En definitiva, vamos camino del abismo, y esta vez no hay un racinguismo unido que vaya a luchar. El racinguismo se mueve entre el hastío y la indiferencia que generan tantos años de vergonzosa gestión.
No hay futuro. Yo no lo veo, y por ello hace poco decidí desintoxicarme de Racing y no ver ni sus partidos. Me duele el Racing en el alma. Tanto que ya no puedo verlo sufrir más viéndole arrastrar el escudo por los campos de fútbol del norte del Estado. Sé que volveré a su lado, pero no ahora, no dirigido por los que llevan tanto tiempo faltándole al respeto desde dentro.
El Real Racing Club de Santander se ha convertido en una empresa precaria más de Cantabria, como si no tuviéramos ya bastantes. Ojalá pronto vuelva a ser un club de futbol que gestionado mejor o peor sea motivo de orgullo para el racinguismo. Y eso solo se consigue en base a mucha verdad y dignidad.